Comentario
Los años sesenta fueron una época de crucial importancia en la Historia del mundo, que han tenido una influencia larga y profunda en su evolución. Por supuesto, como suele suceder, el período citado no coincide exactamente con la década pero, empleando una terminología de Hobsbawm, quizá se pueda hablar de unos "largos años sesenta" que durarían entre 1958 y 1974. Los cambios que se produjeron no tuvieron que ver primordialmente con los políticos y de Gobierno que sucedieron en los países más desarrollados, sino más bien con una revolución cultural que contribuyó a crear una nueva sensibilidad y que permitió la aparición de un mundo en muchos aspectos esencialmente nuevo. Si la política pareció jugar un papel importante y estar a punto de producir incluso una revolución, su influencia resultó poco duradera y, además, en muchos aspectos poco digna de recuerdo, como más adelante veremos.
Por otro lado, tampoco puede decirse que la revolución cultural fuera una consecuencia de la llamada "contracultura". Ésta no estuvo articulada de forma propiamente dicha ni tampoco significó una alternativa a la sociedad existente; poco creativa en ideas, aunque mucho más en experiencias, dejó un rastro epidérmico. Lo que hubo, en cambio, fue una transformación y permeabilización de la sociedad que la cambió de forma sustancial en sus comportamientos en un plazo corto de tiempo. En gran medida este proceso fue obra de empresarios que buscaban sus propios intereses de acuerdo con una ética del beneficio; en otros aspectos se demostró el resultado final de un largo proceso con precedentes remotos. Lo que no hubo fue verdadera revolución. Los marxistas radicales pretendieron que iba a producirse algo que no existió y en cambio desdeñaron aquello que transformó lo más importante, es decir las condiciones de vida, las libertades personales y las relaciones familiares de los seres humanos.
Aun así resulta preciso hacer, al menos, alguna referencia a los aspectos políticos. En todo el mundo se sintió a comienzos de los sesenta una especie de nueva capacidad de enfrentarse con la realidad derivada de la ruptura con el inmediato pasado. La sensación de superación de la figura excesivamente paternal que era Eisenhower en Estados Unidos, el pontificado de Juan XXIII o el final de la IV República francesa fueron otros tantos nuevos puntos de partida para situaciones anquilosadas. De tener una significación ideológica precisa la mal llamada "Revolución del 68" tuvo un carácter libertario. El comienzo de los sesenta coincidió, por tanto, con unos años de esperanza casi ilimitada.